Las rabietas, también conocidas como rabietas, son situaciones por las que pasan todos los niños y forman parte de su desarrollo normal. Sin embargo, es necesario saber qué tipo de rabieta es para poder actuar de la mejor manera posible frente a ellos.
Los padres, maestros y adultos importantes necesitan heteroregular sus emociones para poder manejarlas por sí mismos en el futuro.
Los mamíferos comparten la propiedad de albergar una serie de emociones básicas que comenzamos a desarrollar en el útero. Mediante una ecografía sofisticada pudimos comprobar si las emociones básicas como la alegría o el miedo ya se habían generado en la fase prenatal. La ira, la ira o la ira se consideran una de esas emociones básicas con las que nacemos y, por lo tanto, emociones normales. Todos los mamíferos, y especialmente los humanos, tenemos una tendencia a expresar nuestro desacuerdo o disgusto por determinadas actividades, situaciones y / o personas. Es por ello que Podemos decir que no solo es normal, sino también saludable, beneficioso y adaptable expresar nuestro enojo. Pero a veces puede surgir una situación en la que tanto el niño como los responsables lo pasen muy mal.
El sentimiento de ira ocurre cuando ocurre una de las siguientes tres situaciones:
- Cuando entendemos que algo es injusto o inmerecido: Esto implica un tinte subjetivo que hay que tener en cuenta, es decir, lo que a mí me parece injusto o insoportable puede que a ti no te parezca.
- Dada la obligación de hacer algo que no quieres hacer: Cuando le ordenamos a nuestro hijo que ponga la mesa, generalmente surge la ira porque no le apetece.
- Cuando necesita dejar de hacer algo que disfruta: Cuando el niño está jugando a la consola de juegos en el salón y le decimos que es hora de prepararse, también se producirá enfado (aunque esto no se muestra) porque hemos indicado que este es el final de una actividad que el niño está haciendo disfrutar.
Como adultos, generalmente manejamos bien nuestras emociones básicas, incluida la ira. Gracias a nuestros padres y profesores, nos han ofrecido estrategias y recursos para saber cómo lidiar con nuestras emociones, especialmente las desagradables. Es muy diferente con los niños. En esos primeros años de vida tienen que atravesar un largo viaje que a veces se convierte en un desierto y, por lo general, no les gusta. Los padres, maestros y adultos importantes necesitan heteroregular sus emociones para poder manejarlas por sí mismos en el futuro.
¿Qué debemos hacer para controlar o acabar con la rabieta de un niño?
Tradicionalmente, hemos escuchado que con un niño tirado en el suelo en medio de una rabieta, debemos ignorarlo. Insistieron en la idea de que el niño debería atraer la atención del adulto. Entonces, si íbamos a erradicar un comportamiento tan inapropiado, teníamos que ignorarlo. Hoy seguimos escuchando mensajes como “Ignóralo, quiere llamar tu atención”. Y me pregunto, si realmente necesitamos ayuda, ¿por qué no? Es por esta razon Es importante distinguir entre los dos tipos de rabietas que desarrollaremos a continuación:
1) rabietas en la parte inferior del cerebro
Si nuestro hijo o estudiante tiene una rabieta en la parte inferior del cerebro que es completamente real, debe ser atendida
Este tipo de rabietas se caracterizan por activar las partes más antiguas, involuntarias e inconscientes de nuestro cerebro. Si realizamos una técnica de neuroimagen en un niño inmerso en una rabieta del cerebro inferior, veremos que las partes que están activas son el sistema límbico y el complejo reptil. En otras palabras, El niño realmente experimenta una emoción incómoda como ira, miedo o tristeza. Por eso, si nuestro hijo o estudiante tiene una rabieta en la parte inferior del cerebro que es absolutamente real, se debe tener cuidado. Tenemos que calmarlos, calmarlos, abrazarlos e intentar reducir gradualmente la activación de sus amígdalas cerebrales (que se encuentran en el sistema límbico). El objetivo es inicialmente conectar con sus emociones y necesidades (calmar la amígdala cerebral), luego reorientar el comportamiento y buscar posibles soluciones.
2) rabietas en la parte superior del cerebro
Los berrinches en la parte superior del cerebro deben ignorarse. El niño no sufre ni lo pasa mal, solo finge pasarlo mal. Hechos. Es lo que se conoce coloquialmente como lágrimas de cocodrilo.
A diferencia de los anteriores, Las rabietas en la parte superior del cerebro requieren cierta planificación y manipulación por parte del niño. Constituyen aproximadamente el 20% de todas las rabietas. Son más comunes en niños mayores. En este caso, se activa el cerebro racional y, en particular, la corteza prefrontal. Estos niños están planeando una acción para obtener algo de sus padres, maestros o cuidadores. Es posible que el niño inicie este tipo de drama o actuación para obtener algún beneficio (conseguir lo que quiere comprar, causar dolor, ser atendido o escuchado, etc.). Tenemos que recordar eso Los niños prefieren llamar la atención incluso negativamente que ser ignorados. Por esta razón, se deben ignorar las rabietas en la parte superior del cerebro. El niño no sufre ni lo pasa mal, solo finge pasarlo mal. Hechos. Es lo que se conoce coloquialmente como lágrimas de cocodrilo. Aun así, una vez que todo haya terminado, debemos hablar con el niño para explicarle cómo se deben preguntar las cosas. Tenemos que creer firmemente que se puede hablar de cualquier cosa, pero tenemos que prestar especial atención a la forma en que preguntamos sobre las cosas. Tiene derecho a preguntar lo que desea y consideraremos si es necesario o posible aceptar su solicitud.
Necesidades versus deseos
En resumen, durante las rabietas del cerebro inferior, el niño está tan alterado con las emociones que no puede activar y utilizar su cerebro superior, lo que nos permite discutir, controlar nuestro comportamiento y pensar con frialdad. Es por eso que sus amígdalas toman el control de la situación. En este caso decimos que el niño tiene una necesidad que necesita ser satisfecha (estar tranquilo, ser cuidado, ser escuchado, etc.). En cambio, las rabietas en la parte superior del cerebro se deben a un estado de ánimo, un deseo o algo que no es necesario para el niño y, por lo tanto, han puesto en marcha (generalmente de manera inconsciente) un plan elaborado para hacerse valer. Es importante establecer límites rígidos y no recurrir a este tipo de chantajes. De esta manera comprenderán que el camino correcto a seguir es a través del diálogo y la comunicación, no de payasadas teatrales. Una de las diferencias clave es que la parte inferior del cerebro reacciona (una forma de actuar instintiva, automática e inconsciente) mientras que la parte superior del cerebro reacciona (permite una toma de decisiones más consciente, más fría y más voluntaria).
Conéctese con las emociones y redirija el comportamiento.
Veamos un ejemplo. Pablo es un niño de 5 años cuyo cumpleaños es en un estadio de béisbol. Cuando llega el momento de terminar la fiesta, su mamá se acerca para decirle que es hora de prepararse. En ese momento, Pablo se enoja con su madre porque le gustaría pasar más tiempo con sus amigos en el estadio. A pesar del enfado de Pablo, su madre comprende, legitima y respeta las emociones que vive su hijo, pero se mantiene firme en su decisión. Lo que tenemos que hacer es conectarnos con la emoción y redirigir el comportamiento. Primero vamos a legitimar las emociones del niño (“Entiendo que quieres seguir jugando con tus amigos y que no te quieres ir de aquí”) para luego redirigir el comportamiento (“Por eso estás enojado, pero tenemos que irnos porque es tarde y tenemos que ir a la escuela mañana”). De esta forma, Pablo se siente respetado y comprendido. Es posible que este tipo de acción no calme inmediatamente su enojo, pero es importante que demostremos comprensión al niño y actuemos de acuerdo con lo que creemos que es mejor para él. Esta forma de actuar sensible, estrecha y rigurosa le da seguridad y calma al niño.
Pautas útiles para actuar ante las rabietas de su hijo o estudiante:
- Mantenga la calma: Soy consciente de la dificultad de estar tranquilo en situaciones tan estresantes. El llanto, las rabietas, las súplicas y otros actos pueden ser muy estresantes, pero no hay nada como una figura de autoridad para calmar, calmar y guiar al niño.
- Acepte a su hijo incondicionalmente: A pesar de los inconvenientes que está experimentando, lo respeta como persona. Los momentos en que nuestros hijos se están portando mal es el mejor momento para decirles cuánto los amamos, aunque critiquemos su comportamiento.
- Deje que su hijo exprese sus sentimientos: No hay nada peor que un padre o un maestro que no legitima los sentimientos del niño y no permite que se expresen.
- Baja, sube a sus alturas y mirarlo a los ojos para hablarle y tranquilizarlo
- Comprender y respetar las necesidades de cada etapa del desarrollo evolutivo: Es importante recordar que cada edad tiene necesidades diferentes. Por ejemplo, las pruebas de neuroimagen han demostrado que los adolescentes tienen un exceso de dopamina, lo que los hace participar en un mayor número de conductas de riesgo.
- Usa el lenguaje corporal: Ante las rabietas en la parte inferior del cerebro, utilice el lenguaje no verbal en lugar de la conversación: abrazos, caricias, contacto físico, besos, etc.
- Conectar y redirigir: Como vimos en el ejemplo de Pablo, primero debemos conectarnos emocionalmente con el menor para entenderlo, legitimarlo y tranquilizarlo. En un segundo momento redirigimos su comportamiento, es decir, buscamos posibles soluciones a su problema.
Rafael Guerrero Tomás es psicólogo y director de Psicólogos de Darwin y profesor de Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Además, imparte cursos en la Maestría de Atención a la Diversidad y apoyo educativo del Centro Universitario Cardenal Cisneros. Especialista en TDAH, problemas de aprendizaje y trastornos del comportamiento. Autor del libro “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Entre la patología y la normalidad ”(Libros Cúpula, 2016).