Esta es la pregunta que despertó la pasión de un estudiante por el álgebra.

Un día, mientras Sergio organizaba varios aspectos del trabajo de nuestra nueva escuela, Marcos (9 años) nos escuchó decir: “Vamos a alquilar un contenedor de 6 metros cúbicos con escombros”. Y entonces comenzó el momento mágico, te cuento nuestra conversación:
Marcos – ¿Qué son 6 metros cúbicos?

Me – ¿Recuerdas qué era una medida de superficie y cómo la calculamos? Bueno, en este caso, es una medida de volumen donde no solo multiplicamos el ancho por el largo, sino también por la altura. Mira, te lo dibujaré. -Saco un papel, un bolígrafo y haremos unos ejemplos.

Marcos – ¡Ah! ¿Y cómo se multiplican las letras?

Me – ¿De qué estás hablando?

Marcos – Sí, en un libro que leí a un niño en la escuela, multiplicas Z por X o algo así. ¿Cómo funciona? Las letras son letras, no se pueden multiplicar.

Me – En este caso las letras representan algo. Por ejemplo, si quisiera calcular el área de un rectángulo, podría representar el lado largo con la letra ‘A’ y el lado corto con la letra ‘B’, y luego la superficie sería ‘AxB’. Esta fórmula se aplica a todos los rectángulos del mundo. Por ejemplo para … – Estoy en silencio y espero a que encuentre un ejemplo significativo para él.

Marcos – ¡Para una cancha de fútbol, ​​mamá! – Dice que rápidamente toma mi hoja de papel y dibuja un rectángulo enorme. – Entonces si esto es un campo de fútbol, ​​la “A” son 100 m. Y la “B” son … ¿Cuánto tiempo fue el campo de fútbol del Mundial? – le dice Sergio. Entonces multiplico 100 x 64 y tengo que su área de superficie es 6.400 m2.

Más preguntas

Sonriendo, me pide que haga más de los mismos ejercicios y corre a buscar su cuaderno grande. Me lo da y le dibujo varias figuras geométricas con los lados marcados con letras diferentes. Los resuelve todos rápidamente y continúa nuestra conversación de la siguiente manera:
Marcos – ¿Eso es álgebra? ¡Me gusta, quiero más ejercicios! – Dice con creciente entusiasmo por lo que está pasando y lo que está sintiendo.

Me – Esto es geometría – le respondo mientras dibujo varios cuadrados, rectángulos y finalmente un triángulo rectángulo en su cuaderno. Cuando llega al triángulo, se detiene.

Marcos – Pero eso es diferente.

Me – Sí, lo resolvemos como si fuera medio rectángulo. ¿Lo ves? – pregunto mientras lo sigo. Marcos me mira con ojos grandes y lo resuelve intuitivamente.

Marcos – ¡Con seguridad! ¡Así que lo divido por 2!

Me – ¡Correcto!

Marcos – ¡Quiero más! -Está emocionado, nervioso.

Me – ¿Quieres a alguien un poco diferente? – Le pregunté mientras dibujaba un polígono irregular a partir de un cuadrado y un triángulo rectángulo. Marcos está pensativo.

Marcos – Eso es gracioso. ¿Y cómo hago eso?

Me – Mirar de cerca. Que ves aquí ¿Qué dos personajes componen este extraño personaje?

Marcos – ¡Un cuadrado aquí y un triángulo al lado! – ¿Quién podría ver la actividad de sus neuronas ahora ?, pienso para mí.

Me – Bueno, eso es todo: puedes calcular y sumar uno y otro. Está trabajando duro en eso y está sonriendo de nuevo.

Marcos – Ahora me gustaría que me diera una nota, como es el caso de las “coles tradicionales”.

Me – Vamos, digo … – y explico cómo lo califiqué.

Marcos – ¡Quiero más! Escriba tantos en mi cuaderno grande si le apetece.

Me – Escribí cuatro páginas. Cuando salgas dímelo y apostaré más por ti si quieres.

Marcos se levanta, bebe un vaso de agua y luego otro. Y él responde con una frase divertida:
Marcos – ¿Sabes que? La geometría te da mucha sed.
Y haz ejercicios de polígonos de forma regular e irregular sin descanso.
Una hora después cierra su cuaderno y se va, sonriendo con los ojos centelleantes de quien acaba de lograr una gran conquista. Raúl, un colega suyo, llevaba cinco minutos a nuestro lado, mirando. Cuando se va Marcos, me dice:
Raul – ¡Puaj! ¡Parece difícil! Tengo que aprender todo esto de las cartas. ¿Puedes venir conmigo ahora y mostrarme?

Me – Con seguridad.

Es así de simple … ¿Le gustaría que un niño se interesara por la geografía? Llévelo en un viaje a lugares que lo inspiran. ¿Debería aprender un idioma? Habla con él, escúchalo, ayúdalo a expresar lo que piensa y lo que siente. ¿Debería usar las matemáticas? Intégrelo en los “problemas matemáticos” cotidianos. Sobre todo, mira con atención, espera el momento que viene y luego estira el hilo que lo acompaña sin prisas y a tu propio ritmo y concéntrate de lleno en él.

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