No hay excusas válidas. La educación actual no puede ignorar que inteligencia emocional. Necesita reinventarse a sí mismo volviendo a enseñar, compartiendo y guiando a los estudiantes. Eso sí, no es fácil criar en un modelo diferente al que nos criaron, pero hoy en día en adultos y niños tenemos que prestar atención a nuestras emociones, aprender a convivir con ellas y viajar a nuestro mundo interior sin miedo. .
Sin embargo, para educar dando voz a las emociones se deben considerar diferentes habilidades. El psicólogo Daniel Goleman sugirió lo siguiente: autoconciencia, autorregulación, automotivación, reconocimiento de las emociones de otras personas y control de las emociones. De esta forma necesitamos crear diferentes contextos educativos que abran las puertas para explorar y desarrollar todas estas habilidades.
1. ¿Dónde está mi emoción?
La autoconciencia significa saber exactamente cuáles son nuestras emociones y cómo nos afectan. Es un proceso de autoconciencia que se desarrolla al prestar atención al cuerpo. Si descubre que un estudiante está experimentando una emoción intensa (puede ser agradable o incómoda), anímelo a examinar cuidadosamente dónde se encuentra en el cuerpo: ¿dónde está? ¿Qué sensaciones físicas crea? ¿Presión, hormigueo, calor, dolor, tensión …? Acompáñelo en este proceso y ofrézcale seguridad y atención. No es fácil sentir algunas de estas emociones y aprender a vivir con ellas. Así que recuérdale que él no es sus emociones, que ninguna de ellas es mala y que todas pasan … como una ola en el océano.
2. Mi caparazón seguro
Aprender a no responder a la ira es difícil, pero no imposible. Para desarrollar la autorregulación, el alumno debe aprender a reconocer su enfado cuando es pequeño: ¿cómo empieza? ¿En qué parte del cuerpo lo siento? Después de eso, necesitas un lugar seguro. Puede ser un caparazón en el que esconderse hasta que la ira ceda. Escondido en él, no reaccionarás incontrolablemente, no harás cosas de las que luego te arrepientas. Invite a los alumnos a usar sus cuerpos para construir un caparazón. Puede usar sus manos para protegerse y respirar hasta que pase la tormenta.
3ra historia ‘esto es vida’
La automotivación es necesaria para acabar con las emociones, pero para entender que en cualquier camino, incluido el que elijamos conscientemente, hay obstáculos inevitables que debemos superar. Cuando aprendemos a aceptar que todo lo que nos pasa no está en nuestras manos y enfocamos nuestra atención en cómo superar los problemas, podemos ser más optimistas y felices. La historia ‘Entonces la vida es’ Es una sugerencia perfecta para aprender a desarrollar esta habilidad.
4. Estatuas emocionales
Reconocer las emociones de los demás requiere prestar atención a la información no verbal que las personas muestran a diario y se puede entrenar con el juego de estatuas emocionales. Para ello, los alumnos se mueven libremente en el aula, estirando el cuerpo si es necesario y caminando como si estuvieran patinando sobre hielo, como si tuvieran frío, como si el suelo estuviera perforado … También pueden saludar a sus compañeros con un gesto (lo que sea que quieran) que son.
Después, tienen que caminar como les plazca: rápido, despacio, de puntillas, agachados … y cuando suena una campana, tienen que permanecer como una estatua expresando las emociones que les dicen: 1,2,3 felices; 1,2,3 cansado; 1,2,3 rabioso; 1,2,3 agradecido. Descongele todas las estatuas menos una para ver todos los rasgos faciales y corporales que expresan esa emoción. Como esta el cuerpo ¿Y la cara? ¿Respira normalmente? Además de cualquier característica física que pueda observarse, ¿qué pensamientos podría tener? ¿Qué pasa con la emoción si sigues teniendo estos pensamientos?
5. ¿Me pueden ayudar?
No solo puede identificar las emociones en los demás, sino que también puede desarrollar la cualidad para modificarlos o influir positivamente en ellos. Todos podemos relacionarnos con los demás mejorando nuestra escucha consciente, nuestra ayuda y tratando de hacer que el otro se sienta mejor. Desarrollar esta capacidad no solo crea bienestar para los demás, sino que también vuelve a ti mismo con una sensación de realización y felicidad. Probablemente lo hayas escuchado alguna vez: “He recibido mil veces más que la ayuda que he brindado”.
Tanto en el aula como en casa, puedes tener una medalla o un sombrero para pedir ayuda. El alumno que se lo pone expresa que necesita ayuda: un abrazo, hablar de algo, buscar compañía porque está triste o pedir consejo para tomar una decisión. En el momento en que un compañero de clase pide ayuda, cada estudiante es libre de desarrollar esa habilidad acercándose a ellos y diciendo: “¿Puedo ayudarte?” Sin embargo, el proceso íntimo y personal por el que atraviesa cada niño y niña en cada momento no se puede hacer cumplir.
Estas y otras actividades o juegos tienen como objetivo desarrollar esas habilidades emocionales que actúan como semillas que se plantan en un suelo fértil. Puede que no sientas que están ahí, puede que no los veas crecer, pero eso no significa que no existan y que un día con el sol y la humedad adecuados empezarán a brotar con fuerza. ¡Confianza!





