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Emoción, el secreto de la educación

Índice

La disposición emocional de los estudiantes determina su capacidad para aprender. No lo estoy diciendo, dijo Platón hace unos 2.200 años. Y aunque las emociones fueron la base de todas las sociedades de la historia, el concepto de inteligencia emocional no se conoció hasta principios de la década de 1990, cuando los psicólogos estadounidenses Jhon Mayer y Peter Salovey intentaron hacer que esta inteligencia abstracta fuera lo más concreta posible. la capacidad de percibir, apreciar y expresar emociones con precisión; la capacidad de acceder y / o generar sentimientos cuando se alivian los pensamientos; la capacidad de comprender las emociones y la conciencia emocional; y la capacidad de regular las emociones para promover el crecimiento emocional e intelectual ”.

Fue Daniel Goleman, un científico y periodista estadounidense, quien lo acercó a la sociedad en su libro. ‘Inteligencia emocional‘, Publicado en 1995 y donde lo define como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, motivarnos y gestionar adecuadamente las relaciones”.

Para el correcto desarrollo de esta inteligencia, dependemos de al menos tres factores, como el biológico, el momento y lugar de nacimiento y la historia de vida, donde encontramos la experiencia con nuestros padres, amigos … y también los profesores.

¿Se aplica la inteligencia emocional en el aula?

¿Qué podemos hacer como profesores? ¿Cómo es el trato con mis alumnos? ¿Qué sentimientos les expreso? ¿Cómo me dirijo a ti? ¿En qué entorno transcurre nuestra vida cotidiana en el aula?

Las interacciones entre personas no se pueden clasificar como neutrales. El hecho de estar cerca de otro individuo puede hacernos crecer o caer en el abismo más oscuro. Tenemos una población infantil con una tasa de reprobación de la escuela secundaria, numerosas dificultades de aprendizaje, estrés por exámenes y compañeros de clase y abandono escolar prematuro.

“Evitamos detener el tiempo y expresar nuestros sentimientos en el aula”.

Todos estos problemas provocan un estado de pesimismo, apatía o depresión que arrolla su madurez como humanos y desestabiliza su equilibrio emocional. Es solo una palabra, pero hay una gran diferencia entre “Hasta que no termines no salimos a la terraza” y “Ánimo, cuando termines salimos a la terraza”.

Compartimos actividades, conocimientos y contenidos y los priorizamos sobre el estado de ánimo de nuestros estudiantes sin conformarnos con su altura y lugar. Evitamos detener el tiempo y expresar cuáles son nuestros sentimientos en el aula.

Emociones, ¿el secreto de la educación?

Escuchar a nuestros estudiantes puede ser uno de los secretos de la educación actual. Conocen sus necesidades para hacer más significativo el aprendizaje, sus inquietudes como despertadores de conocimientos y sus motivaciones como centro de nuestra vida cotidiana.

La palabra emoción proviene del latín ’emotionio’, derivado del verbo ’emovere’ (mover, mover, impresionar). Y este puede ser otro secreto: movimiento, sorpresa, magia y juego. Existen numerosos estudios nacionales e internacionales sobre los beneficios del juego en la infancia y sobre las conexiones neuronales que se establecen entre el juego y el aprendizaje, y las que se realizan en nuestro cerebro ante un evento inesperado. Porque como comenta la profesora María Lourdes Jiménez García: “Hay que aprender pensando que estás jugando”.

Por ello, si no pudimos escuchar sus palabras en su infancia, ya que estos eran sus temas más importantes en ese momento, no podemos pedirles a nuestros hijos que tengan claro cómo se sienten y nos confíen sus principales problemáticas. . Saber gestionar nuestras emociones no es un camino rápido ni fácil que requiere la unificación de centros educativos y familias, pero es el camino que puede acercarnos al éxito personal.

“Escuchar a nuestros alumnos puede ser uno de los secretos de la educación actual”

Vivimos uno de los momentos más delicados de la historia reciente en el que se hace patente la diferencia en los pequeños detalles de la vida cotidiana. Donde las emociones de hoy pueden tener un impacto decisivo en los adultos del mañana.

Tenemos la teoría en nuestras manos, solo tenemos que ponerla en práctica para poder hablar de un cambio real. Uno que deja de cooperar para trabajar juntos, que nos permite sentirnos parte del proyecto, donde la empatía nos ayuda a ser parte de un equipo y nos aleja de un grupo simple. Una escuela que cree y cree que se arriesga para saber que se ganará o aprenderá y donde funciona el equilibrio emocional, conecta las “neuronas espejo” con nuestras experiencias positivas y controla las negativas, porque no hay mejor medicina que pensamientos felices.

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